Desde bien pequeñita ya acompañaba a mis padres a las bodas. Mientras ellos retrataban a los invitados a mí me gustaba ayudar a la novia; vestirla, calmarla y animarla en los momentos de nervios previos al ¡si quiero!

Fue entonces cuando empecé a disparar mis primeras fotografías en blanco y negro y a interiorizar la profesión que amo.

A los 16 años empecé a volar en solitario y a participar en las bodas sin el abrazo de mis padres. Dos años después Isaac entró en mi vida, mi marido, fotógrafo – documentalista y el mejor compañero de fatigas que una podría desear!

Poco después de empezar a trabajar juntos, a Isaac le entró el gusanillo del cine y cambió la fotografía por el video – documental. Abandonó la imagen estática para centrarse en el movimiento y así contar la historia de nuestros “novios” desde una perspectiva diferente.

Nuestra química y manera de entender la profesión hace que formemos un tándem perfecto. Podemos decir orgullosos, que nos ha ayudado no sólo a construir una maravillosa familia sino también a desarrollar nuestra pasión por el mundo de la imagen.

De esta pasión surge nuestro primer proyecto en común, La Libélula Weddings.

Pero ¿Cómo surgió la idea? Tras años de experiencia en el sector, nos dimos cuenta de que nos faltaba algo, así que cogimos papel y boli y nos pusimos a elaborar una lista con todas aquellas cosas que nos hacían felices.